¿Cuántos movimientos por delante puedes ver?
Hace poco le dije a una amiga que había estado jugando mucho al ajedrez. "¿Qué tal se te da?", me dijo. Me iluminé, pensando que su pregunta era una invitación a jugar una partida.
"No, yo no juego", respondió. "Solo me da curiosidad. ¿Cuántos movimientos por delante puedes ver?"
"Depende de la situación", empecé a explicar, pero me cortó con una mirada penetrante. Podía ver la pena en su cara. Decía: No eres muy buena.
Es cierto, no soy muy buena, pero no por el motivo que ella pensó. Ella quería que yo dijera cuatro, o seis, o diez. No la culpo. Se oye en todas partes: lo que distingue a un buen ajedrecista es que puede anticiparse muchos movimientos. Normalmente esta afirmación no se hace sobre personas que realmente juegan al ajedrez. Como juego, el ajedrez puede no gozar de una popularidad muy extendida, pero como metáfora está prosperando. A un buen entrenador de fútbol americano lo llaman un gran ajedrecista, pues va varios movimientos por delante de su oponente. Un general de ejército exitoso suele considerarse un gran maestro. "Fulanito está jugando al ajedrez, mientras que su rival solo está jugando a las damas", dice el cliché. O "El panorama internacional es un tablero de ajedrez y los líderes deben pensar siete movimientos por delante".
Esa última la oí ayer en la radio. ¿Por qué siete? Me pregunté. ¿Y si este conflicto geopolítico en particular es un mate en dos?
Es una metáfora desastrosa, peligrosa incluso, por muchos motivos. Para empezar, que el ajedrez es un juego de estrategia en el que la mentira y la suerte no desempeñan ningún papel, mientras que los conflictos de la vida real suelen estar llenos de faroles, tener finales abiertos, ser caóticos e inciertos. Además, ¡se equivoca acerca de cómo la gente juega al ajedrez! Sugiere que la medida de la habilidad de uno es en base a cuántos movimientos puede calcular esa persona por delante de una posición. Por esa lógica, alguien que puede ver cómo progresará la partida en seis movimientos debería ser mejor jugador que uno que puede ver cuatro, y uno que puede ver nueve movimientos por delante es mejor que uno que puede ver seis.
Antes de empezar a jugar al ajedrez, yo también usaba esta lógica. Imaginaba que un gran maestro podría ver diez, o veinte movimientos por delante, yo qué sé. No tenía ni idea, solo sabía que sería impresionante.
Por supuesto que el ajedrez es un juego de cálculo. Un ordenador puede jugar con la fuerza bruta, gestionando cientos de millones de movimientos por segundo.
Puede calcular el cúmulo incluso de ventajas pequeñas con muchas jugadas de anticipación. Y el cálculo es el núcleo del juego humano también. Es sobrecogedor ver a un gran maestro transformar hasta una pequeña ventaja posicional en una victoria. Incluso un jugador de nivel intermedio puede transformar un peón de más en una victoria. Claro que tener un patrón de movimientos en la cabeza es una habilidad importante, y que los mejores jugadores lo hacen mejor. Pero no es lo mismo que el análisis exhaustivo. No ayuda en absoluto ver 11 movimientos por delante cuando hay una línea forzosa que te dará jaque mate en 14.
Estoy aprendiendo lentamente que uno de los retos más fascinantes del ajedrez es la dinámica entre la intuición y el cálculo. Una partida larga empieza con una corta. Cuanto más juego y cuanto mejor entreno, más fácil me resulta reconocer patrones y posiciones que he tenido antes. Estoy aprendiendo a anticipar jugadas forzadas (la única respuesta posible, porque todos los demás movimientos pierden... ¡Quiero decirle a mi amiga que podría seguir una línea forzosa durante kilómetros!) Claro que los grandes jugadores lo hacen a menudo sin pensar de forma consciente. Los maestros tienen una base de datos mental con decenas de miles de posiciones construidas a partir de años de experiencia, y no solo la suya. Pueden mirar la posición de una partida de otro gran maestro, saber cuándo tuvo lugar y cómo acabó.
Pueden identificar al momento la tensión sobre el tablero, detectar los peligros y reconocer dónde hay ataques inminentes. Saben qué debilidades las producen movimientos de peón, qué piezas cooperan, qué casillas son buenas, qué diagonales son peligrosas... Pueden pasear un caballo por todo el tablero de un solo vistazo.
No necesitan considerar todos los posibles movimientos legales y jugarlos hasta el final. De hecho, no podrían. Hay cientos de miles de millones de continuaciones posibles. Su intuición y su conocimiento previo les permite reducir rápidamente la lista de movimientos candidatos y el cálculo va a partir de ahí. Maximizan sus propias amenazas a la vez que minimizan el riesgo.
¿Yo? No tanto. No puedo mover por instinto, al menos no sin dejarme la dama. Así que últimamente he estado trabajando en ser más metódica con mi análisis. En lugar de detectar un par de movimientos que parecen prometedores, he estado trabajando en expandir mi lista de candidatos. En lugar de predecir un par de buenas respuestas, he estado intentando alargar las líneas en mi cabeza. A menudo he aprendido que la trampa está puesta mucho antes de que se accione. Mi objetivo es desarrollar mi intuición, pero eso llevará tiempo. La base de datos mental que estoy construyendo requiere ajustes frecuentes; mi memoria es una grabadora defectuosa. Por ahora estoy trabajando en tener un plan que sea de principios y a la vez flexible. De hecho, estoy trabajando en anticiparme.
Aún así, quiero decirle a mi amiga (¡Si es que me escucha!) que a veces me rindo. Puedes ver líneas con una docena de movimientos excelentes y aún no saber dónde estás. El otro día estaba tratando de descifrar la mejor respuesta a una posición en concreto: una catalana en la que las negras toman el peón en c4 y luego luchan por aferrarse a él con b5. Consulté uno de los textos clásicos sobre la catalana, de Boris Avrukh. Recomienda a4 y luego pasa por las diversas mejores respuestas. Una de las posibles mejores líneas se extiende durante 17 movimientos. Cuando juegas a4, debes estar preparado para enfrentarte a ello.
Y bien, ¿Cómo termina? "Finalmente hemos alcanzado una posición muy complicada que requeriría un trabajo extensivo para dar una evaluación definitiva, si es que eso es siquiera posible", escribe Avrukh. Cree que las blancas están mejor pero ¿Quién sabe? A veces simplemente tienes que jugar la partida y ver a dónde te lleva.
Louisa Thomas es una escritora estadounidense, autora de dos libros (entre ellos, Louisa: The Extraordinary Life of Mrs. Adams), es contribuidora frecuente de NewYorker.com, fue escritora y editora en Grantland.com, y está "obsesionada" con el tenis y el ajedrez. Puedes seguirla en Twitter.